GAELITO Y YO

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lunes, 16 de noviembre de 2009

SIN FRENO ROBO DE NIÑOS EN MÉXICO

Se estima que hasta 100 mil menores son hurtados al año; sólo el 25% es recuperado
Por :Gardenia Mendoza Aguilar / Corresponsal de La Opinión Digital
La pareja gay integrada por José Robledo y Carlos Alberto Montoya robaron a José Alfredo, de 10 años, el 30 de julio pasado, y la madre está al borde de la locura: no sabe si ellos lo quieren como hijo adoptivo, para explotación sexual o venderlo a traficantes de órganos o drogas para saldar deudas.
La suerte del niño está condicionada a alguna de estas opciones si no vuelve a casa y sin embargo las posibilidades de rescatarlo se reducen a una entre cuatro, según estadísticas de la Procuraduría General de la República que reporta al menos dos hurtos al día.
Algunas organizaciones civiles que trabajan el tema elevan las estadísticas hasta 100 mil robos de menores al año, aunque los números varían desde 45 mil y a la alza dependiendo la asociación; de los cuáles, sólo el 25% son recuperados.
"La policía en lugar de ayudar quiso extorsionar al papá del niño (su ex esposo). Le pidieron tres mil pesos (227 dólares), dizque para investigar el caso, pero como no teníamos el dinero, se fueron",
recuerda Alma Delia Moreno, una comerciante de 31 años, que hoy vive el infierno de desconocer el paradero de su hijo José Alfredo Monfil.
El tormento se agudiza porque se culpa a sí misma del robo del niño, a pesar de que las terapias psicológicas de la Asociación Mexicana de Niños Robados y Desaparecidos la exculpan y la ubican más bien como una víctima más de la impunidad en el país.
Medio año antes, los raptores de José Alfredo se ganaron la confianza de la madre cuando, tras un segundo divorcio, ella se mudo con la abuela de los niños (de 10, 7 y 3 años) para que ésta le ayudara a cuidarlos.
"Pepe" y Carlos vivían en el departamento vecino y eran en principio una especie de confidentes y niñeros; luego, la amistad creció: ambas familias comían juntas, compartían los gastos de los alimentos y la pareja de hombres llevaba a los chicos a pasear hasta que un día que salieron únicamente con el mayor y no regresaron más.
"Debí estar alerta", insiste Alma con los ojos humedecidos por el dolor. "Había muchas razones para que quisieran a mi hijo: porque no pueden adoptar niños como pareja homosexual o porque Carlos era drogadicto y necesitaba dinero o porque su negocio de muñecos de peluche no iba bien y debían la renta… ¿por qué robaron a mi hijo?".
¿Por qué se roban a los niños?, se pregunta María Elena Solís, presidenta de la Asociación Mexicana de Niños Robados y Desaparecidos, quien en 14 años de trabajo ha lidiado con 20 mil casos de hurto y recibe al año un promedio de 250 denuncias anuales. Con base en esta experiencia responde:
"Los recién nacidos y hasta los tres años son robados para adopciones ilegales; de los cuatro a los siete años para explotación laboral; de los ocho a los 12, para pasar droga en la frontera y de los 12 en adelante para explotación sexual".
Esta mujer hoy es bisabuela de un chiquillo de un año de edad, gracias a su tesón para buscar con sus propios medios a su nieta plagiada por una banda de robachicos que hizo pasar a una de sus miembros por sirvienta.
"Esto pasó en Milpa Alta – una delegación semi rural del DF- y había rumores sobre una casa en la zona donde vendían niños… Fuimos allá haciéndonos pasar por interesados y la gran sorpresa fue que mi nieta estaba entre los niños que una mujer nos quería vender", cuenta.
"Tomé de los cabellos a la robachicos y la arrastré hasta mi camioneta para llevarla con la policía, mientras mi hijo cargaba a su niña".
¿Las autoridades no la habían buscado?- se le pregunta.
"No. Sólo Dios: hablé con Él y le dije que si encontraba a mi nieta dedicaría el resto de mi vida a ayudar a las personas que pierden a sus hijos y… ¡aquí estoy!", señala.
México carece de una estructura legal fuerte para dar atención al robo de menores: ni siquiera existe un banco nacional sobre los extravíos. "A ninguna autoridad le conviene tener estos datos porque evidenciarían la existencia del problema", lamenta Gerardo Rodríguez, presidente de la organización Infancia Común.
Además, el delito está tipificado como del fuero común; es decir, que si el malhechor sale del estado (jurisdicción) donde cometió el delito, las procuradurías locales necesitan autorización o colaboración de otras entidades para investigar y esto retrasa la persecución de los delincuentes por varios días y hasta semanas.
"No hay política pública de protección a los niños, hace falta una instancia que dé cuenta de todas las cosas que suceden con los niños", agrega Rodríguez.
Bajo estas circunstancias, las búsquedas se reducen a métodos básicos de rastreo en clínicas, hospitales, albergues e instituciones de asistencia y no a trabajo de inteligencia que lleve a la captura de las bandas organizadas.
La Fundación Nacional de Investigaciones de Niños Robados y Desaparecidos, denuncia que algunos infantes son llevados a Estados Unidos, Canadá y Medio Oriente, aunque muchos de ellos son distribuidos en diversos estados del país.
Francisco Cortés, padre de Francisco Javier, de seis años, robado en marzo de 2001, concluye tal suerte para su hijo, a pesar de que los secuestradores -que eran sus vecinos- fueron aprehendidos por la policía y confesaron que mataron al pequeño para después sepultarlo en un lote baldío del Estado de México.
Sin embargo, en el lugar donde supuestamente fue enterrado no estaba el cuerpo. Con ayuda de autoridades y asociaciones civiles, Francisco exploró en cada rincón del terreno con excavadoras, picos y palas. Nada.
Por ello cree que el niño fue comercializado y desde hace ocho años está tras los rastros de su pequeño Paquito, que actualmente debe ser un adolescente de 14 años: "Mi corazón me manda a que lo busque… ¡y lo voy a encontrar!".